miércoles, 14 de abril de 2010

El Mito

“Si los mitos son los que nos interpretan, los que nos dominan, entonces ¿por qué no tratar de conocer los esquemas de aquello que nos domina e interpreta y así conocernos a nosotros mismos? Ese es el momento en el que hay que saber oponer la vocación científica, formalizadora y metódica de la semiótica a la vocación interpretativa, intuitiva y ametódica de la hermenéutica en sentido estricto.” (Quezada; 2005: 231)
Para mí, Quito ha sido mi mundo entero, a veces siento como si fuese un gigantesco ser viviente que me arrulla entre sus brazos. A veces me cuenta su vida en esos detalles casi invisibles, me relata sus leyendas, sus mitos, me retiene y me abriga. Si me dicen que nada tiene comprobación, respondería que no hace falta, al fin y al cabo ¿qué del todo es cierto?, tal vez los apóstoles eran grandes fabuladores con un Harry Potter en común. Pues el fabulador con subterfugio en las raigambres del alma, genera la tradición. Así que, si un símbolo es capaz de crear un espíritu comunitario que acciona funciones auténticas en los hombres, creo que el mito queda justificado. Lo importante sigue siendo la interpretación, es decir, buscar en el hecho histórico una validez que nos ayude a vivir; ahora que tanto cuesta encontrarle sentido a la vida. Es por eso que muchos creen en el cielo, en el infierno, en Papa Noel, y si así son felices, en buenahora, en todo caso, si se trata de un tema de credulidad, pienso que más ingenuo es quien se fía totalmente de un escritor “oficial” por el hecho de que este inventor no posee más audacia que la de un mitómano.

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