Y hablando de películas con gran contenido simbólico, Metrópolis evidencia alegorías y metáforas continuamente. Eva/Ave, la torre de Babel y por supuesto la figura de Freder, como el "Mesías" por definirlo de alguna manera, quien a pesar de ser el hijo del gran burgués, debe llevar a cabo el presagio que reza en el inicio de la película:“El mediador entre las manos y la cabeza ha de ser el corazón”. En él se ve la esperanza el nexo entre el mundo escéptico y frío de los rascacielos y el agobiado y agitado mundo del proletariado. Freder desciende a ese mundo, trabaja allí, ve lo que es la vida de esos pobres hombres que son un engranaje más de la gran máquina y que no obtienen nada a cambio, que se encuentran carentes de una identidad definida. Pero esto no le será fácil de llevar a cabo puesto que su padre comienza a ser informado de su comportamiento, y Joh Fredersen no tiene los mismos sentimientos que su hijo, es un hombre frío, que no quiere que la situación cambie y le da una importancia mínima a su hijo. Freder es el corazón, es aquel nexo que debe unir las manos, los obreros que trabajan a sol y sombra para mantener la torre en la cual el cerebro parece no mirar más que para sí mismo.
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